– Samuel Beckett.
¿Qué vas a encontrar en este artículo?
¿Qué es una emoción?
Las emociones (ira, miedo, alegría, tristeza, etc.) son unas respuestas inmediatas y automáticas que se activan en nuestro cuerpo según las circunstancias a las que nos enfrentamos. Cuando surgen, se producen cambios fisiológicos que afectan al sistema circulatorio, respiratorio, y glandular y preparan al cuerpo para reaccionar de forma distinta según el tipo de estimulo. Su intensidad puede variar según el estado de ánimo de la persona, su estado físico, o su personalidad.
El miedo, la respuesta a una amenaza
En el caso del miedo, el cerebro identifica las respuestas corporales como el miedo a través de la dilatación de los vasos, respiración entrecortada, aceleración del ritmo cardíaco, retortijones de tripas, etc. El cuerpo está sometido a un estado de alerta -aunque puede ocurrir que se paralice antes de actuar-. Podemos reconocer esta emoción cuando sentimos nerviosismo, preocupación, inquietud, ansiedad, y en ocasiones hasta pánico.
El miedo no es ni bueno ni malo. Es una señal que nos manda el cuerpo respecto a una amenaza, real o percibida desde la mente, para prepararnos a la acción. Es cuando persiste el miedo, que nos perjudica.
El problema llega cuando no le hacemos caso a nuestro cuerpo. Sentimos los efectos de la emoción, pero no nos paramos a pensar en su significado (miedo a hacer el ridículo si hablo en público, miedo a que me echen si digo lo que pienso, etc.).
Asumimos, aunque sea de forma inconsciente, la realidad de la amenaza y mantenemos el estado de alerta en el tiempo hasta convertirlo en un estado de ánimo que nos paraliza. Pues, el cuerpo no está preparado para regular de forma continua los estímulos fisiológicos que recibe. Y probablemente, desde el estrés, nuestro comportamiento viene a confirmar la amenaza percibida inicialmente. Entramos en un círculo vicioso. El que no sabe gestionar sus emociones se convierte en víctima de sus circunstancias.
El fracaso, ¿una amenaza sobre mi valía personal?
El término fracaso proviene del vocablo italiano fracassare que puede traducirse como “estrellarse” o “romperse”. ¿Qué se puede estrellar o romper si me atrevo a actuar? O más bien dicho, quién se puede estrellar o romper al dar el paso hacia mis objetivos?
Un fracaso es el resultado de una serie de decisiones y comportamientos que pueden ser inadecuados respecto a un objetivo determinado (elegir una pareja y que no funcione la relación, tomar una decisión inadecuada en mi trabajo y no alcanzar mis objetivos, etc.); pero cometer errores, es una magnífica oportunidad para aprender y explorar respuestas distintas para seguir avanzando hacia nuestras metas.
Sin embargo, cuando pienso en los posibles errores que podría cometer, me quedo bloqueado. El bloqueo aparece cuando anticipo mis posibles errores desde mi propio juicio y sobre mi valía personal. “Si me rechaza la persona que me gusta, significa que no soy una persona interesante” “si no consigo mis objetivos laborales, significa que no valgo nada”… Entro en un proceso en el que lo que hago, o podría hacer, se convierte en lo que soy. Actuar se convierte en mi mente en una amenaza capaz de “estrellar” o “romper” mi propia identidad.
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Autoexigencia y perfeccionismo: puertas abiertas hacia el fracaso
No soportamos la idea de no ser perfectos y de ninguna manera queremos correr el riesgo de mostrarnos como somos: personas vulnerables.
Es entonces, cuando desarrollamos -muchas veces de manera inconsciente- estrategias muy eficaces para evitar enfrentarnos a la real amenaza: desvalorización (“no puedo” “no valgo”, etc.), metas inalcanzables (empiezo a actuar sin saber realmente lo que quiero, plazos irrealistas, etc.), procrastinación (surgen mil cosas más urgentes por hacer (“de mañana no pasa”, etc.).
Al final, estos mismos comportamientos generan las condiciones perfectas para fracasar antes de dar el primer paso, consiguiendo bajar mi autoestima y confirmando mis temores.
El miedo al fracaso nunca viaja solo
Tal y como hemos visto, en la mayoría de los casos -sino en todos- el miedo al éxito está asociado a nuestros miedos anticipatorios inconscientes -al miedo a lo que ocurrirá si consigo tal o cual resultado-; y al miedo al fracaso -a salir de la zona de confort- y a sus consecuencias en la vida futura.
Si pensamos que no es para nosotros, no lo será; si creemos que no estaremos a la altura, no lo estaremos; si creemos que es muy pronto para aspirar a más, allí nos quedaremos. Negar que es así, es seguir eligiendo que siga pasando lo que pasa y renunciar a toda oportunidad de prosperidad, éxito y mejora.
“En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”
Franklin D. Roosevelt
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